El concepto de branding ha ganado popularidad entre las marcas en los últimos años, llegando a posicionarse como uno de los puntos clave de una marca. A continuación, trataremos de responder a las dudas más frecuentes sobre este tema que les surgen a nuestros clientes.
El branding se basa en el concepto de que una marca no es ni un producto, ni un logotipo, ni un nombre, sino algo mucho más allá, algo intangible. Por eso, el branding propone crear un plan a largo plazo para el desarrollo de una marca sólida y la construcción de un ecosistema a su alrededor suficientemente fuerte como para alcanzar objetivos.
Para lograrlo, lleva a cabo acciones alineadas con unos valores de marca definidos y diferenciadores que conseguirán crear conexiones con el cliente para situarse en su top of mind en el momento de la decisión de compra, por delante de la competencia. Es una manera de conquistar al consumidor desde un punto de vista consciente e inconsciente, emocional y racional.
Por eso, una manera más sencilla de definir el branding es como la relación entre la marca y el cliente, es decir, entre la marca y su comunidad. Para lograrlo, la marca debe desarrollar su estrategia de branding desde el inicio y de manera estratégica, cuidando conscientemente la reputación de la marca.
El branding es un concepto que debería ser clave en el plan de marketing de cualquier empresa desde el inicio. Es especialmente relevante cuando una marca sienta que su imagen o comunicación carece de estructura y no refleja sus valores.
En el mundo globalizado la competencia está en cualquier lugar del mundo. Por eso, las marcas deben esforzarse mucho más en crear vínculos emocionales y fidelizar a sus clientes. Esta es solo una de las razones por las que el branding es esencial para una marca en la actualidad. Algunas otras razones son las siguientes:
Para empezar a planificar la estrategia de branding de una marca debemos tener claro que esta (y su estrategia comunicativa) debe estar siempre ligada al producto o servicio real. De lo contrario, se conseguirá un efecto adverso y perjudicial para la reputación de marca.
Como en cualquier estrategia, el primer paso será tener claros los objetivos para poder empezar a definirla. Estableceremos cuáles son los propósitos tanto comerciales como intencionales. Aquí un ejemplo claro sería la empresa de mobiliario sueca Ikea: su objetivo comercial es vender más pero su objetivo intencional es hacer la vida más fácil tanto a los clientes como a sus trabajadores.
Para que todo esto funcione, como ya hemos mencionado, deben llevarse a cabo acciones coherentes. Esta coherencia deberá estar presente tanto en la relación con el producto o servicio, la comunicación como en el plano visual (logo, colores, tipografía). Para todo esto se recomienda hacer una guía de estilo que, aunque supondrá una inversión de tiempo al inicio, logrará mantener la coherencia a largo plazo. Con todo esto se busca lograr que el cliente no tenga que esforzarse mucho para identificar la marca.
Si buscamos fidelizar a nuestros clientes debemos apelar a la emoción. Los seres humanos buscamos constantemente el sentimiento de pertenencia y las marcas deben sacarle partido a este deseo. Para ello, es esencial crear comunidad y hacerle sentir parte de un grupo, conectando a un nivel más profundo. Una buena manera de lograrlo es hacerle sentir bien y facilitarle la vida. Por ejemplo, con cupones o descuentos especiales para ellos.
Por último, no debemos dejar de lado a la competencia. Está dentro de nuestra responsabilidad vigilar de cerca sus acciones tanto para fijarnos en aquello que hacen bien como en lo que hacen mal para mejorarlo en nuestro negocio.
Estos son algunos de los pasos de la estrategia de branding de un negocio. Si tienes dudas, contáctanos y te ayudamos a resolverlas.
